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Internacionales

La feroz batalla política detrás de la crisis financiera de Grecia

Es la historia de una deuda llena de términos como cesación de pagos (default) y asistencia de emergencia (bailout) que además ha tenido como protagonistas destacados a ministros de finanzas e instituciones financieras. Pero las razones detrás del fracaso de las conversaciones entre el gobierno de Grecia y sus acreedores –que algunos creen puede terminar forzando la salida griega de la moenda única, el euro, y de la misma Unión Europea– tal vez se entiendan mejor leyendo la sección de política antes que la de economía.



Es ahí donde se puede tener una idea más clara de las consecuencias de la sorpresiva decisión helena de someter este domingo a un referendo la última propuesta de la troika que representa a esos acreedores: el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.

Para empezar, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ya dio a entender que un voto a favor de la propuesta de la troika conllevaría el fin de un gobierno que se ha convertido en símbolo y ejemplo para muchos partidos y movimientos de izquierda europeos.


Y el líder del partido Syriza no dudó en afirmar que eso era precisamente lo que buscaba la institucionalidad europea al insistir con un programa de ajuste que iba prácticamente en contra de todo lo prometido por su partido antes de las elecciones de enero.


"Extinguir la esperanza"


"Este no es un plan para deshacerse de Grecia, lo que quieren es deshacerse de Tsipras: extinguir la esperanza y las expectativas que nuestro gobierno de salvación nacional ha generado en una Europa que ya no puede seguir aceptando más medidas de austeridad", dijo el primer ministro en una entrevista transmitida el lunes por la televisión pública griega.

Su lectura es compartida hasta por economistas de la talla de los estadounidenses Paul Krugman y Jospeh Stiglitz, ganadores del premio Nobel de Economía en 2008 y 2001, respectivamente.


"(La oferta de la troika) es, y probablemente estaba diseñada para ser, una oferta que Tsipras no puede aceptar, porque destruiría su razón política de ser. El objetivo, por tanto, debe ser sacarlo del gobierno", escribió Krugman el mismo lunes.


"No crean las afirmaciones que los funcionarios de la troika sin simples tecnócratas que les están explicando a los ignorante griegos lo que tienen que hacer (…). Esto no tiene que ver con análisis (macroeconómico), tiene que ver con poder", agregó en su columna de The New York Times (que no puede considerarse precisamente un bastión de la izquierda).


Lo mismo opinó Stiglitz, quien en un artículo publicado el martes en el periódico británico The Guardian escribió que la confortación entre Grecia y sus acreedores "es sobre poder y democracia más que sobre dinero y economía".


"Muchos líderes europeos quieren ver terminar el gobierno izquierdista del primer ministro Alexis Tsipras (…) Parecen creer que eventualmente pueden botar al gobierno griego forzándolo a adoptar un acuerdo que contraviene su mandato", aseguró el economista estadounidense.

Motivos políticos


Ambos premios Nobel, sin embargo, parecen llegar a esa conclusión porque los dos consideran que las recetas de la troika no sólo no han funcionado sino que están condenadas al fracaso.


Pero la actitud de los ministros de finanza de la eurozona indica que el problema es que aún no se ha completado el tratamiento, por más que los griegos se hayan estado apretando el cinturón por cinco dolorosos años.


Desde la derecha griega y europea también se ha acusado al gobierno de Tsipras de actuar impulsado por motivos políticos y convicciones ideológicas, con las que también identifican a rivales locales como, por ejemplo, los españoles de Podemos.


"Aquí es donde las dos poderosas corrientes socio-políticas que actualmente laten en Europa chocan", dijo la editora para asuntos europeos de la BBC, Katy Adler, refiriéndose al debate que subyace detrás del próximo referendo griego.


"En una esquina están los poderes tradicionales: los banqueros, grandes empresas y partidos políticos tradicionales, acostumbrados a imponer su poder desde arriba. En la otra, los movimientos de base, populares y populistas, que le están gritado un sonoro NO al status quo", explicó Adler.


"Y en vísperas del referendo del domingo uno siente que este es sobre algo más grande que la crisis financiera griega, más grande incluso que el futuro de la eurozona", escribió desde las calles de Atenas.


"No en esta Europa"

Por lo pronto, a la votación está llamada una de las naciones que con más entusiasmo abrazó en su momento el proyecto europeo y el euro.



Pero los griegos llegarán a las urnas después de cinco años de privaciones, que muchos creen han sido magnificadas porque algunos de sus socios continentales sentían que debían ser castigados y usados de ejemplo.

Según el exprimer ministro griego George Papandreou, cuando en 2010 le pidió a la cancillera alemana Ángela Merkel condiciones menos duras asociadadas a la ayuda de emergencia, este le dijo que el plan de ajuste "tenía que doler".

"Tenemos que garantizar que nadie más vaya a querer esto", habría dicho Merkel, según lo contado por Papandreou al diario The Wall Stree Journal.

Y la actual distancia entre las posiciones representadas por Merkel y Tsipras es todavía mayor, hasta el punto que la canciller alemana calificó de "generosa" la misma propuesta de la troika que el premier griego definió como "humillante", para advertir además en que un voto en contra de la misma sería un voto en contra de la permanencia en el euro.


La situación en Grecia, sin embargo, ha llegado a tal punto que, aún en medio de un corralito financiero, a muchos ya nos los asustan las lúgubres advertencias de Merkel y casi todos los líderes europeos.


"Mi suegra tuvo que hacer fila durante una hora frente a un cajero automático para sacar sólo un poco de dinero y yo ni siquiera traté, porque ya casi no tengo dinero", le contó a la BBC Ilia Iatrou, quien antes de la crisis trabajaba como profesora de inglés.


"Así que Grecia debería seguir diciéndole que no a las exigencias de la UE porque el país ya no puede aguantarmás medidas de austeridad. La situación es insostenible", dijo.


Tal vez por la abundancia de posiciones como esa, en los últimos días, lo que los líderes europeos les han estado pidiendo a los griegos ya no es tanto que crean en sus recetas, sino convencerlos de que de no seguirlas se verían obligados a abandonar la Unión Europea.


Aunque eso no convence a personas como Dimitiris, quien por causa de la crisis tuvo que cerrar su tienda después de 43 años.


"Yo quiero quedarme en Europa. Pero no en esta Europa", le dijo a la BBC, en una muestra del nivel de decepción de ciertos griegos con el continente que muchos sienten les está dando la espalda.


Un asunto de democracia

Por lo pronto Tsipras y su gabinete descartan la posibilidad de una salida obligada del euro y hasta han sugerido la posibilidad de recursos legales si intentaran forzarlos.


Muchos de los líderes de la UE, sin embargo, parecen estar dispuestos a lo que sea con tal de evitar que el ejemplo griego contagie a otros países de la zona y/o ponga en peligro la moneda común.


Y aunque la posibilidad de un acuerdo de última hora o una posible victoria del "Sí" tampoco están descartadas, la apuesta helena ciertamente ya introdujo en el debate consideraciones sobre el verdadero nivel de democracia del proyecto europeo.


Muchos, han hecho notar que si bien Syriza tiene un claro mandato anti-austeridad los líderes de los países acreedores también están obligados a hacer todo lo posible por garantizar el repago de sus créditos.


Pero, ¿hasta qué punto se puede permitir que tecnócratas no electos del FMI y el Banco Central Europeo o los representantes de las principales potencias terminen imponiendo sus visiones y convicciones a todo un pueblo? ¿Y se les puede pedir a los otros habitantes de la UE que en nombre de la solidaridad asuman la factura del descalabro griego?


No falta quién sugiera que la naturaleza misma del actual proyecto paneuropeista, que tiene su principal símbolo en el euro, necesita ser revisada.


¿Debe acaso primar la estabilidad monetaria e institucional sobre el bienestar de once millones de ciudadanos que después cinco años de sacrificios han visto el tamaño de su economía reducirse en un 25% y la tasa de desempleo juvenil crecer hasta un 60%?


Tal vez más importante: ¿es capaz la UE de acomodar naciones con visiones que se salen de la actual ortodoxia?


La pregunta del referendo del domingo no es, oficialmente, ninguna de esas.


Pero con su voto los griegos empezarán a ofrecer algunas primeras respuestas.


Y su decisión ciertamente tendrá implicaciones mucho más allá de sus fronteras.

2017 Intersab.